Alaska, grandiosidad a ras de suelo

Junio, 2010. Un buen mes para visitar Alaska. Muchos europeos se desplazan a pescar en sus ricas aguas y hay un vuelo directo desde Frankfurt a Anchorage a buen precio. Justo por encima del Polo Norte. La primera impresión fue que todo estaba fuera de su escala. Mejor dicho, de mi escala. Las montañas se elevaban desde la misma llanura costera y la luz ambiente y la temperatura presagiaban que no iba a ser un viaje fácil. Las llegadas siempre son difíciles; cansancio, adaptación al uso horario y usos locales, conducción en un sistema de señalización vial distinto, los semáforos no están donde debían estar y los carteles no indican lo que uno cree que indican, sino lo contrario. No os voy a quitar el placer de descubrirlo. Por lo demás, resulta muy fácil viajar por Alaska. En realidad se puede visitar, con los medios normales a disposición de un turista, muy poco territorio de este país, pero como es tan grande, hay de sobra para varios viajes. Los signos de civilización llegan hasta un punto donde, sin más, comienza la Naturaleza, salvaje. No en términos de peligro por animales salvajes, que también, sino los propios fenómenos atmosféricos y sus consecuencias, tormentas, inundaciones, granizo, derrumbes, rayos. Aquí todo es a otra escala. Había estado leyendo el libro El río de la luz. Un viaje por Alaska y Canadá. (2009), de Javier Reverte y creía haberme hecho una idea de Alaska a través de su narración. Como siempre, la imaginación de uno siempre queda superada por la realidad.

En junio aún hace frío en Alaska y arranca la temporada del turismo, compuesta principalmente por hordas de turistas que viajan en cruceros a lo largo de la costa y desembarcan en autobuses – negocio controlado mayormente por corporaciones de indígenas alaskeños, así como el de los ferries turísticos de cabotaje.Además de los convoys de autobuses, están los motor-homes, innumerables y por último los freelander, no me refiero a la marca comercial, sino a los que viajamos por nuestra cuenta. La mitad de la población trabajadora de Alaska regresa de California al comienzo de latemporada turística. Y no estando aún agotados por el aluvión humano,  son muy atentos. También es que hacen caja de las propinas y no se puede desperdiciar una oportunidad. Los que residen en Alaska todo el año, van a otro ritmo. Parece que les cuesta salir del letargo invernal. Y como que no les corre prisa hacer caja. Están mayormente asentados con alguna actividad económica según la temporada del año, turística o no. Y luego estaban los que residiendo todo el año, no tenían ninguna relación con el turismo, lo cual era más que evidente por el aspecto de sus casas y propiedades. Algunos, auténticos museos de la maquinaria, coleccionistas del oxido y del escombro. Y poco amigos de convertirse en atracción turística. Imponen bastante respeto.

Llama también enseguida la atención la cantidad de vida animal que hay, en el cielo, en el mar, en la tierra.  Las águilas están omnipresentes, hay que conducir con precaución porque se te cruzan alces con sus crías en mitad de una autopista, no es lo normal, pero ocurre, con relativa frecuencia ya que llevan la cuenta en paneles de la autopista… A los perros domésticos no se les pierde mucho de vista, porque puede que no regresen atacados por los lobos. Y que te den un spray con esencia de mostaza como última barrera de defensa, pues indica el grado de proximidad. La primera quincena de junio es mal momento para malestar a los alces con sus crías, son bastante peligrosos. Y que por todos lados haya cuartos o depósitos de comida a prueba de osos… pues la verdad, impone. Especialmente si duermes en una tienda de campaña.

Alaska tiene más de 10.000 glaciares en su territorio y eran el principal objetivo de nuestro viaje. Y si bien están retrocediendo como en todo el planeta, siguen siendo espectaculares y de todos las clases. Se les visita en kayaks, barcas, ferries, en helicópteros que aterrizan en el mismo glaciar, en aviones que los sobrevuelan. De todos los medios de transporte, el más espectacular es el helicóptero y el más sobrecogedor el kayak. Te ves con tan poca capacidad de acción frente a semejantes colosos, que si lo pensaras dos veces, no lo harías. Nosotros quisimos hacerlo por nuestra cuenta, pero todos los indicadores eran contrarios, así que finalmente lo hicimos de la mano de un guía, lo cual finalmente acabó probablemente salvándonos la vida. Gracias Joel ! Una experiencia inolvidable y que nunca se vuelva a repetir.

Una selección de imágenes del viaje en el siguiente vínculo: «Alaska«.

Esta entrada fue publicada en bitácora y etiquetada , , , , . Guarda el enlace permanente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *