Cuidando las motivaciones

 

Recientemente he podido ver la película titulada «the final cut» (2004) dirigida por Omar Naïm , cuyo argumento básicamente trata sobre la creación de una identidad pública. Resumiendo: la vida de cada persona, implantada con un chip antes de nacer, va siendo registrada digitalmente por la correspondiente corporación para, una vez fallecidos, ser finalmente editada por un «montador», que elimina el metraje que no se ajusta a la imagen de recuerdo que se quiere dejar para la posteridad. Creo relevante añadir que el fundamento moral del implante era que dado que todos los actos quedarían registrados, las personas se cuidarían de hacer mal, o incluso cabría pensar que se esmerarían en llevar una vida ejemplar. Y es ahí donde entra en juego el papel del montador, como el comedor de pecados, que después de comer el pan y la sal depositada sobre el difunto, coge las monedas que cubre sus ojos como pago por haber devorado sus pecados.

Pero no es de la película de lo que quiero hablar. No podía dejar de ver el paralelismo, por ejemplo, con las redes sociales, donde vamos creando un perfil existencial de imágenes, recuerdos, relaciones, nos vamos construyendo una imagen pública selectiva que elimina los malos momentos, los errores, lo feo de nuestra vida. Otra corporación nos ha dado la oportunidad de convertirnos en nuestros propios biógrafos. Ya no es preciso ser famoso o pagar los servicios de un profesional. Y esta imagen idealizada, se construye principalmente con imágenes, fotografías para ser precisos. Aunque no exclusivamente. Y es de esas fotografías y de su capacidad para construir una realidad idealizada de lo que quería hablar.  Porque cada vez que hacemos una fotografía, seleccionamos un trozo de la realidad y la elevamos a la categoría de símbolo. Es posible que alrededor de la imagen seleccionada  o bien a poca distancia, el caos y la devastación sea absoluto; recuerdo los alrededores del parque nacional de Olympic con su explotación maderera tan peculiar, y de las imágenes que nos trajimos de vuelta, de una naturaleza intacta. Algo similar ocurriría con numerosas imágenes de naturaleza, que si hubiéramos movido el encuadre, dejarían de ser lugares tan naturales.   Así que cada uno va haciendo una selección de lo que quiere mostrar, y al mismo tiempo idealizando una realidad que puede ser menos ideal. O cuantas veces no habremos imaginado las vidas de fotógrafos, sus viajes y experiencias para haber podido tomar aquellas imágenes, pudiendo ser, con mayor probabilidad, la realidad no tan atractiva, ni siquiera el lugar.

No digo que se fotografíe con la finalidad de crear esa identidad. Creo que hay antes muchas otras motivaciones. Por ejemplo para dejar constancia de la belleza natural que existiría, si no fuera por la intervención humana, mayormente el causante de estos desaguisados.  Otros con una finalidad menos idealizada, más mundana, conseguir algún reconocimiento por la imagen captada, por ese instante particular vivido, un trofeo, del cual la fotografía es testigo. No obstante, si creo que cada cual, con sus motivos y a través de su obra, va creando una imagen pública de si mismo, dejando constancia de cuales son sus preocupaciones e intereses, los cuales quedan patentes en sus imágenes. No lo podemos evitar. Es nuestra visión personal. Está condicionada por como pensamos y percibimos el mundo y de cómo nos queremos relacionar con el. Así que prestad atención a vuestras motivaciones, porque así será vuestra obra… y todo lo demás.

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